diciembre 07, 2009

Escupitajo del tiempo

Mi calle escupe historias. Habla entre polvo y piedras de lo que fue y lo que es. De panadería a internet, de break dance a tektonik y de doña María a un sillón vacío. Continúa hablando la calle, relata accidentes a causa del aumento en los automóviles, de la invasión a la poca privacidad entre vecinos y por ahí escucho también quejas de la basura, de los baldíos y uno que otro perro que deja pulgas y lástima a su paso. También escucho celebraciones, pues la colonia es ahora parte conurbada de la zona centro y de esta manera nos acercamos a los servicios inmediatos. Celebraciones de ser el punto medio entre la playa y el centro.

Mi calle habla también de generaciones intermedias, espacios de incubación del intelecto de ciertos vecinos, que al no tener con quien convivir, dedicaron su tiempo y esfuerzo a cultivar independencia y autosuficiencia. Las pasadas generaciones agradecen estar tan cerca de ‘la línea’, de sus nuevos hogares al otro lado del bordo, pues así pueden regresar rápidamente en busca de recuerdos o a dejar algunos dólares. Las nuevas generaciones desconocen que existió un cine, ahí, en la esquina en donde todas las noches compran tamales.

Todos los lunes el camión de la basura se lleva algo de historia consigo. Algún viejo televisor, revistas con instructivos para aprender a tejer y puede que hasta algún ejemplar de colección de ‘memin pinguin’. La iglesia se llena únicamente cuando hay bautizos o comuniones. El resto de la semana únicamente la frecuentan ‘los mayores’. Mi calle habla, repitiendo los rumores del cierre de materiales ‘Dayco’ cuyas instalaciones ocupan casi la mitad de la cuadra. Cuenta historias de la tienda de la esquina, escondida en múltiples capas de pintura roja, de sus cientos de dueños y de cómo mis padres se conocieron en su escalera.

Los martes, mi calle intenta convertirse en sobreruedas, albergando algunos puestos frente a los cercos de las casas. Los miércoles lo vuelve a intentar. Una casa lo intenta a diario. Otra, los jueves. Nadie se pone de acuerdo. Los que siempre han vivido en la colonia se conocen, los extraños vienen y van, siempre alojados en la vecindad de enfrente. La calle escupe historias, aquellas que relatan el escándalo que hacía el vecino cuando ensayaba con su banda en la madrugada. Aquel vecino que ahora toca con Javier Bátiz. Aquel que dejó su casa vacía tras la muerte de su padre.

Han intentado cerrarle la boca a la calle. Escuadrones completos de trabajo han tendido brea una y otra vez. Vecinos le han vertido tierra. Resultados que no duran más de un mes. Mi calle habla y habla, durante horas, de noche, cuando ninguna llanta o vecino le cierra la boca y lamentablemente, cuando pocos, muy pocos, escuchan el susurro de los baches al coro de alcantarillas.

1 comentario:

Eureka dijo...

por lo menos hay por ahí un vecino que la ha intentado escuchar

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